Autocrítica de mi teatro

 




  Ya que he anunciado las próximas publicaciones de autocríticas sobre mis propias obras (en este mismo blog), considero apropiado comenzar con una autocrítica de mi teatro en particular, es decir de cómo es mi teatro, qué lo caracteriza, qué pretende, qué representa

En otro lugar aquí conté cuáles fueron mis primeras experiencias con el teatro. Aquellas resultaron muy importantes para mi posterior «postura» (léase posicionamiento) frente al oficio de escribir teatro. De lo que hablo es de las ineludibles y obligatorias influencias recibidas. A los diez o doce años es imposible tener una conciencia plena de lo que transmite el texto de una obra de teatro, pero sí puede ocurrir que ciertas cualidades del texto despierten en el niño —aun sin comprender intelectualmente— emociones tan profundas que ya nunca se olviden. Con el paso del tiempo, esas sensaciones se convierten en un íntimo aprendizaje para la creación. 

Yo no puedo escribir de una forma distinta a la que sé, a la que aprendí. Quizá sea esta circunstancia la piedra de toque que muestre un claro veredicto sobre mi teatro. Aunque no lo siento así, es posible que se trate de una limitación. Mis obras serán siempre reconocibles, pues no contemplo innovación alguna respecto al teatro que hay en mi interior. 

Una característica —que creo esencial— en mis obras, a la que no se debe considerar simbólica —aunque lo sea en el fondo—, sino explícitamente definitoria e intencionada es la intemporalidad, incluso en el caso de que la ficción se haya situado en una época o fecha concretas. A veces, en el teatro histórico —y con buen criterio— el autor presenta los hechos pasados con la intención de que el espectador se sienta reflejado en cómo cualquier personaje, que él mismo se encargará de elegir, los vive al margen del cual sea la hazaña o desgracia que acontezca. Lo importante no sería el señalamiento de la correspondencia pasado / presente, sino el pensar y el sentir de aquellos / nosotros. 

¿Literatura o no-literatura? No soy yo quien se hace la pregunta, sino los visionarios que abrazan la segunda opción. ¿Existe algún autor o autora de teatro que obvie la literatura? Es cierto que, desde hace algunos años, aquellos iluminados quieren presentarnos el teatro sin texto. A mí me parece bien, siempre y cuando se le llame al espectáculo de otro modo, al igual que se denominó performance a lo que tampoco es teatro. 
El teatro sin literatura se me asemeja a un ser humano sin vida. La lectura de una obra teatral necesita orgánicamente la literatura; el decir sobre un escenario requiere de la literatura. 
En ocasiones se me ha criticado que, en alguna de mis obras, los personajes no se expresan como lo hacemos en la calle o en una conversación entre amigos. Yo opino que el público merece (entre otros respetos) oír hablar a los personajes dentro de los límites de una sintaxis aceptable y un vocabulario, como poco, elegante. Otra cuestión es que la obra haya sido creada con la intención opuesta por necesidad, sea la que fuere.  

En este mismo blog, aquí, opino, con cierta ironía, sobre la cuestión de si vamos al teatro a divertirnos o a pensar. Obviamente, ambos propósitos son legítimos. 
En la esencia del teatro no destaca precisamente la voluntad de divertir al público. Existen otros espectáculos  para este menester. Ciertas comedias hacen reír a los espectadores dentro de una sala de teatro, lo cual es magnífico. 
Sin embargo, mi teatro sólo puede, en ocasiones, estimular un leve sonrisa cómplice, o una risa interior que el espectador siente ante una situación que su memoria guarda celosa, y que acaba de recordársela ese personaje que actúa sobre el escenario. 

En mi Manifiesto por la Recuperación del Teatro Esencial aquí, dejo expuestas algunas consideraciones —que la crítica ha señalado como "acertadas y valiosas"— sobre la necesidad de una transformación, en fondo y forma, del teatro actual en España, con el propósito de que este adquiera la calidad que se le exige a cualquier teatro que pretenda ser así denominado. 
En ese mismo texto me atreví a mostrar un deseo que yo persigo en mis obras: «Recuperemos el escenario para la palabra, para el pensamiento, para el arte en su expresión más elevada y comprometida», porque eso es el teatro. 


FJPS



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