Era el último ensayo
Al llegar, encontró lo que veis. Todos en plena acción destructiva. «¡Pero…! ¿Qué es esto?», fue lo que gritó. Lo vemos de frente porque es a nosotros a quien habla. A quien hablaba, porque Anastasio Colón de la Higuera ha decidido no mirarnos más a la cara y, por supuesto, también dejar de hablarnos.
Debe de ser bastante doloroso llegar una tarde y encontrarse con tal situación.
Anastasio Colón de la Higuera no había tomado aún su relajante vespertino. ¡Si lo hubiese sabido…! Pero no. Nadie lo avisó.
— ¿Quién lo iba a avisar? El acuerdo era común.
Las palpitaciones, el mareo y el ahogo le obligaron a sentarse en una de esas sillas que hay en primer plano. A eso de las ocho u ocho y algo se marchó a casa, andando. Su coche estaba intacto, pero no tenía ganas de conducir.
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Paco Parejo
P. D. Lo que acabas de leer es ficción, sólo ficción. Ni siquiera yo, que lo he escrito, creo que eso pueda suceder en ningún lugar del mundo y, mucho menos en España y, menos aún en este siglo.
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