¿Qué representa el chimpancé escribiente?

 


   He aquí al nuevo maestro de las letras: escribe sin subordinadas, sin ritmo, sin pudor. Redacta sujeto, verbo, punto. Repite. Aplauden. Repite. Lo celebran. Repite. Lo canonizan.

Las musas, antaño exigentes, hoy miran con asombro zoológico cómo un mono —aplicado, sí— traza líneas sobre el papel mientras las editoriales lo rodean de libros que jamás leerá. Él tampoco los necesita: ha aprendido que basta con parecer autor para serlo.

La escena transcurre en el templo vacío del arte. El teatro, despojado de su público pensante, se convierte en sala de trofeos para la vacuidad. Las ideas duermen en butacas desiertas mientras se premia la prosa de guardería, la frase sin pliegues, la sintaxis sin alma.

¿Para qué el estilo, la complejidad, el riesgo? Vivimos tiempos de frases planas y cerebros en modo avión. El mono no reflexiona: repite. No crea: mimetiza. Pero eso sí, vende. Y en este circo, vender es el nuevo canon.

Lo irónico no es que escriba un mono, sino que se le otorgue el aplauso reservado a los autores verdaderos. No por lo que dice, sino por lo poco que molesta. Porque no exige pensar. Porque no incomoda.

¿Literatura? No. Espectáculo. Gracioso, tal vez. Inocuo, seguro. Inolvidable, nunca.


FJPS


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