Demasiada sangre en el teatro

 


   Se nos está olvidando qué es el teatro.  No es algo que soporte la libertad de nadie para hacer de él otra cosa, para hacer de él lo que a duras penas se sabe hacer. 
Derramar sangre en el escenario es una artimaña desventurada, que dice mucho de quien la ejerce. Porque escribir teatro no es fácil, al menos teatro de calidad. Hoy día casi nadie se atreve a decir esto, ni siquiera los que tienen talento para escribirlo, pues parece aceptarse por la mayoría que la calidad ya no tiene valor, que la calidad es una idea obsoleta, una idea de gente casposa, es un concepto que molesta a quienes prefieren la sangre a la palabra. 

Y lo peor no es esto. Porque después llegan los palmeros de la gandinga diciendo estupideces, para alabar la dificultosa proeza del amigo, ese chisgarabís de medio pelo cortado que, además, se vanagloria de un aplausillo y se alegra muchísimo de que otros no hayan representado aún. En fin... 


FJPS




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